Y en otro pasaje dice:

«Tú eres sacerdote para siempre,
    según el orden de Melquisedec».[a]

En los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte y fue escuchado por su temor reverente. Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer.

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Footnotes

  1. 5:6 Sal 110:4.

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